Los éxitos en política internacional la titulan como una dirigente de acero templado que este domingo revalidará su vasta popularidad con un festival masivo en la capital
Cada vez que suena el teléfono y la presidenta mexicana habla con Donald Trump gana puntos en las encuestas ciudadanas. El mundo entero está pendiente de los pasos que va dando el imprevisible republicano, y Claudia Sheinbaum aparece estos días en la prensa internacional como una mujer de nervio templado que está sabiendo jugar sus cartas para impedir que las amenazas arancelarias estadounidenses se hagan realidad en su país. Ante una amenaza exterior como la que representa Trump para la economía de México, su primer socio comercial, el país entero se coloca junto a su presidenta, que este domingo se da un baño de masas en la principal plaza del país con la presencia de los pocos dirigentes de otros partidos políticos que gobiernan algunos de los Estados. Representa una imagen de mujer fuerte y solvente, de palabra, que parece haberse ganado con sus formas educadas la confianza del mandatario, al que pretende hablar, en inglés, de tú a tú.
La labor de Sheinbaum se compara estos días en la prensa de todo el mundo con la del resto de mandatarios atenazados bajo el yugo trumpista. Nada que ver con el estilo bravucón e infructuoso del colombiano Gustavo Petro, por ejemplo, ni con la osadía bisoña de Zelenski ni con las amenazas diminutivas de Justin Trudeau desde Canadá. Todos ellos tienen en común que son líderes en horas flacas, algo que no le sucede a Sheinbaum, que cuenta con el apoyo férreo de su pueblo, al menos en esta batalla. Muchos se preguntan si Trump gusta de enfrentarse con enemigos grandes. No hallarán respuesta fácil. México sabe lo mucho que se juega en este intercambio de palabras con el primer líder mundial. Hay que medirse y Sheinbaum ha encontrado el tono, a juzgar por las conversaciones que HA mantenido con Trump, en las que ha logrado conjurar la imposición anunciada de tasas del 25% para gravar la exportación de productos a Estados Unidos. Son victorias sujetas a un volantazo de Trump y con plazos temporales, pero a medida que se van consiguiendo, la fama de Sheinbaum se expande con gas helio. La desnortada oposición política de México, que ha permanecido prácticamente callada en estos cinco meses que lleva en el poder la presidenta, se ve ahora impelida a apoyarla, por patriotismo y por estrategia: hablar mal de Sheinbaum en esta coyuntura supondría dejar el país a los pies de los caballos. Y hacer el ridículo. México nunca habla mal de México.
