A pesar de impuestos y campañas de salud, México sigue consumiendo más refresco que ningún otro país del mundo.
México se ha consolidado como el país con mayor consumo per cápita de refrescos a nivel mundial. De acuerdo con cifras de Euromonitor, en promedio cada mexicano consume 163 litros anuales de refresco, lo que representa un 40% más que Estados Unidos (118 litros por persona) y supera en más de seis veces el promedio global.
El caso más extremo es Chiapas, donde el consumo per cápita anual alcanza los 821.25 litros, según cifras del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). Esto equivale a más de dos litros diarios por habitante, una cifra sin precedentes a nivel global. Esta situación se agrava en comunidades como San Juan Chamula y zonas rurales de Los Altos de Chiapas, donde el refresco ha reemplazado al agua potable como bebida cotidiana, en parte por la escasez del servicio público y por la profunda inserción cultural del producto.
Aunque no existen estadísticas oficiales detalladas por cada estado en años recientes, especialistas en salud pública y académicos han identificado a las siguientes entidades como las que presentan los niveles más altos de consumo de refrescos en el país, con base en datos epidemiológicos, estudios de mercado, prevalencia de enfermedades asociadas y distribución de la industria refresquera:
Ranking estimado de consumo de refresco por estado (litros por persona al año):
Chiapas – 821.25 litros
Tabasco – estimado superior a 300 litros
Oaxaca – entre 250 y 300 litros
Veracruz – alrededor de 250 litros
Campeche – entre 230 y 270 litros
Yucatán – alrededor de 220 litros
Quintana Roo – entre 200 y 230 litros
Guerrero – cerca de 200 litros
Hidalgo – estimado de 190 a 210 litros
Puebla – entre 180 y 200 litros
Estas cifras, salvo el caso de Chiapas, son con base en los análisis de tendencias regionales, consumo declarado en encuestas de salud y comportamiento del mercado. Los estados del sur y sureste presentan consistentemente los mayores índices de consumo, lo que se relaciona con condiciones socioeconómicas, falta de acceso a agua potable, clima cálido y una intensa presencia comercial de marcas refresqueras.
El contraste es notorio si se compara con entidades del norte o centro del país donde, aunque el consumo sigue siendo alto, no alcanza los niveles extremos observados en el sur.
Además de los factores estructurales, se suman elementos culturales: en muchos hogares el refresco es parte habitual de la dieta diaria, e incluso se utiliza en ceremonias religiosas o como sustituto del desayuno. Esta “normalización” del refresco ha generado un entorno de consumo difícil de revertir, a pesar de las advertencias sobre su impacto en la salud.
La combinación de falta de agua segura, precios accesibles del refresco, y una tradición publicitaria muy consolidada hace que estos estados sean los más vulnerables al consumo excesivo de bebidas azucaradas.
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